El uso de la categoría género se ha tornado muy popular en nuestro país en los últimos años, aunque no siempre se emplea con la propiedad que el término requiere, lo cual ocasiona imprecisiones que vale la pena sean aclaradas.
La confusión suele producirse entre sexo y género, y aparentemente en ese equívoco cayeron los técnicos y técnicas del Registro Nacional de las Personas que diseñaron el Documento Personal de Identificación, DPI. O de la empresa contratada para el efecto.
Me explico: tuve la oportunidad de conocer el DPI de un feliz ciudadano quién me lo mostró, orgulloso, de haberlo por fin recibido después de varios meses de espera. Me sorprendió leer que en vez de la palabra sexo para identificar, valga la redundancia, la identidad sexual del inscrito o inscrita, se emplea el término género, a mi juicio incorrectamente. Me fui al sitio de Renap en internet y efectivamente, el diseño de la tarjeta emplea género en vez de sexo.
No obstante, tuve ocasión de ver otros DPI y en estos la casilla sí dice sexo, es decir, que el error aparentemente fue corregido. El caso es que circulan unos documentos de identificación utilizando la palabra género y otros la palabra sexo para especificar la identidad sexual de las personas.
Para contribuir a despejar la confusión entre ambos términos es oportuno señalar lo siguiente: sexo es el conjunto de características anatómicas y fisiológicas que diferencian a la hembra y al macho de la especie humana y a la mayoría de las otras especies que habitan el planeta Tierra. Esta diferencia sexual no es una invención de la mente humana, es una condición biológica concreta y se distingue básicamente por las funciones del cuerpo en la reproducción: los machos engendran y las hembras conciben, paren y dan de mamar. Esto no se puede cambiar, es naturaleza.
En cuanto a la categoría género, es una construcción social y cultural basada en la diferencia sexual. Se refiere a las distintas características emocionales, afectivas, intelectuales, políticas y en general a los comportamientos que cada sociedad asigna como “propios” de hombres y mujeres. Género –dice la feminista Marta Lamas– “produce un imaginario con una eficacia política contundente y da lugar a las concepciones sociales y culturales sobre la masculinidad y feminidad que son la base del sexismo, la homofobia y la doble moral sexual”.
El género constituye uno de los aportes teóricos más importantes del movimiento feminista para comprender las relaciones de desigualdad entre hombres y mujeres, y la posibilidad de transformarlas. Desigualdades que devienen, no de la biología, sino de toda la simbolización que se ha hecho de ella y que legitiman relaciones de dominación de los hombres sobre las mujeres.
Las pensadoras feministas –desde Simone de Beauvoir, Margaret Mead y otras autoras inglesas, estadounidenses, españolas y latinoamericanas– han producido una extensa bibliografía sobre el tema y está suficientemente claro que sexo es naturaleza, y género es cultura. Por lo mismo, extraña la confusión de quienes diseñaron nuestro Documento Personal de Identificación. Y a la postre tenemos DPI que precisan, unos, nuestra identidad sexual como género, y otros como sexo.
Publicado en: elperiódico 23 de julio de 2010